— Close your eyes.

”… Los hombres lloran cuando ella canta, son antiguas baladas que canta con infinita tristeza. Sus ojos lloran cuando ella ríe, en ellos veo la nostalgia de lo que ha sido olvidado, alguien que jamás ha visto la belleza que envolvió alguna vez el mundo. Su nombre es…”

Hilos plateados que desprenden desde su cabeza hasta el cuello formando ligeras ondas en el camino, por otra parte de su cabeza hasta solo el sien, mirada perla y extensas pestañas que lo adornan, nariz larga, perfilada, ligeramente sonrosada en su final, y dueña de una boca sensual naturalmente teñida en melocotón; tan exquisitas características señalan que es una mujer joven, veinticuatro años indican sus facciones, de origen polaco aunque asegura solo ser aquel el nombre de las tierras natales de sus padres. Una bella dragona que daría inicio a su vida longeva llena de decepciones y vergüenzas; el nuevo juguete del camino trazado por el destino y sus letras. Tan preciosa como despechada que sumida en su labor olvidó las promesas de su pasado, pero no las manos que se tiñeron de la sangre de las personas a las que adoró, militante, la típica historia de la persona que sin darse cuenta se convirtió en lo que una vez más odió. Conocida como uno de los perros de Euphium, el distrito en el que reside. Amor y amistad son valores que nunca tuvieron significado en su vida, solo en bien propio, hombres y mujeres por igual, llegando a considerarse bisexual, profanaron su cuerpo; “solo es placer sexual” suele decir.

Su nombre es Lena Wojnowski, heraldo de pesadumbre, casi la representación de la ignominia, y es que por su mirada melancólica la conocen: “Lena la belleza nostálgica”.


«Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme». Esas fueron las palabras con las que Lena sabe que Henrie-Marie Beyle describió el “Síndrome de Stendhal”, pero para ella es mucho más que solo el latir del corazón, el vértigo y alucinaciones, un miedo injustificado, descubrió que su incapacidad de ver el amanecer sobre la cúpula de iglesias desmoronadas por la guerra era el pavor a la belleza, más que eso era su fobia a descubrir que existían millones de cosas más puras que ella. Miles de cosas que son pintadas sobre lienzos, esculpidas por manos expertas que hasta podían ser más sucias que ella pero eran creadoras de obras hermosas, incluso originarias de solo la naturaleza, las piezas de artes inmaculadas que más teme ver. Empezando por el solo amanecer.

Hay que entender que esta enfermedad difiere en gran parte con la personalidad de Lena, haciéndola tomar actitudes que normalmente no haría, llevándola a incluso el nerviosismo en sus pensamientos, interfiriendo indirectamente con sus relaciones sociales, y sobre todo en sus emociones.

Entendiendo estos pensamientos fue educada para ser una mujer de carácter estricto, un ser demasiado recto, de mirada desafiante y hombros alzados, no podrías hacer que fácilmente su columna flaquee ni mucho menos hacer que su mentón tiemble, no es alguien que se deje intimidar, todo lo contrario, cuando esos hermosos melocotones disfrazados de boca emiten un sonido son capaces de taladrar el alma de quien escuche su voz, no es sirena, su canto no mata ni hipnotiza, pero es la fuente de numerosos escalofríos y corazones que laten desvergonzados, así como también la causa de los que muchos dejaron de latir. Lena es un ser de intimidante presencia, esta figura se forjó durante los años, no es el clásico soldado servicial a sus superiores, conserva cierto cariz salvaje que la hace rehusarse cuando simplemente no comparte la opinión, su lengua es demasiado suelta, no sabe contener demasiado lo que dice pero no es de hablar de diestra a siniestra, sabe moderarse, lo que no sabe es expresarse con sutileza.
Inteligencia aguda, una mente demasiado astuta, no es fácil de adivinar lo que esta dragona piensa, su cuerpo dice una cosa, su sonrisa otra, sus ojos nada, y cuando lo realiza así se queda, solo queda escuchar el sonido de su alegría cuando se aleja y deja el desastre que ella misma ocasionó. Fue entrenada para serle fiel al país, eso sí, cuando de órdenes estrictas se trata es aferrada a la ley, aunque en ocasiones es demasiado literal, “conseguir evidencia” solo hará eso, no se esforzará a más, lleva un lema, no hacer cosas que sean innecesarias. Por lo tanto considera que no debe hacer algo que no se le ha sido ordenado.

Enigma, le encantan los acertijos, es una mujer muy mentirosa, suele engañar hasta solo por diversión algo que cualquiera que la conozca podrá definirla por solo eso, “mentirosa”, no le gusta revelar su nombre, no le gusta hablar mucho de sí misma, una pregunta sin responder es suficiente para interesarla, hasta en ocasiones solo por diversión es quien suele plantar la maldita semilla de la mala curiosidad, adora estresar a sus subordinados, encuentra divertido engañarlos con falsos entrenamientos y preguntas que probablemente no han estudiado. “Si de verdad me hubiesen prestado atención no estarían así” es lo que suele decir.

Nunca mezcla su vida profesional con su vida personal, si es que tiene una claro, casi las veinticuatro horas uniformada, ni cuando estuvo enamorada sus emociones nublaron su juicio, es completamente centrada en su deber, rara vez se le ve titubear.


Sucedió cuando la muerte movía sus huesudos y helados dedos dirigiendo la orquesta de atrocidades que arrasaron con lo que alguna vez el humano conoció como “mundo”, cuando un brillante escarlata pintó las calles y resaltó entre todos los colores; los sobrevivientes cuentan que era solo el color de la sangre lo único que sus ojos podían ver, que todo lo demás era blanco y negro, un triste blanco y negro. Todo lo que tenía estaba allí, lo estaba dejando atrás, no era mucho pero era lo que tenía. Cuando se fue aquellos ojos incoloros no quisieron ver hacia atrás, no importaba que tan lejos estuviera, ella aseguraba que si volteaba vería la mano que se estiró hacia ella tratando de detenerla cuando subió las escaleras, los dedos se cerraron solo siendo capaces de atrapar por segundos las hebras plateadas que se extendían hasta su cadera, una voz, un llamado, su nombre, la luz le cegó cuando alzó la tapa metálica de la alcantarilla para salir y se encontró con los focos del vehículo de los militares, juró haber visto como si fuese pintura que se cae de una pared, o la carne muerta que se desprende de la piel, los colores desvanecerse en el aire, así fue como todo se coloreó de blanco y negro, el cielo rojo, una mano desconocida se tendió hacia ella para ayudarla a salir, una mano que sí aceptó.

Fue entonces cuando los grilletes parecieron la mejor opción por mucho más que el vivir entre los escombros de edificios que llegaron hacer de hogares, todo dejado por la guerra del 3000, por mucho pareció mejor que sobrevivir en la suciedad viviendo un futuro incierto; si mañana comerían lo cual probablemente era un no, si entre los suburbios alguien se alzaría, o si mañana sería su propia sangre, en vez de la de sus seres queridos, las que teñirían el cielo que a Lena nunca le pudo parecer más carmín. Si, esas cadenas pintaban mucho mejor que seguir viviendo allí, eso pensó la dragona cuando tenía trece años y los grilletes se cerraron en sus muñecas, ella comprendió a lo que se referían los sobrevivientes, todo era blanco y negro, sus manos estaban pálidas y veía manchas oscuras entre sus dedos, pequeñas gotas rojizas caían de sus yemas, probablemente una quemadura, el cielo rojo, las nubes blancas, no había sol o luna, a la lejanía todo parecía más oscuro, y curiosamente lo más negro era ese lugar a donde sería llevada por los militares de enormes sonrisas y ojos invisibles. Ellos le prometieron un futuro de verdad, solo a cambio de su libertad, pero ¿Cómo dar algo que no tienes? Lena siempre fue prisionera, no había nada que pudiera dar.

Así fue tanto como ella como muchos otros decidieron creer ciegamente en las palabras de hombres que se hacían llamar miembros del parlamento, los nuevos reyes, personas que para sospecha no enseñaron su cara pero juraron la paz, eso fue suficiente, que promesa más dulce, difícil fue para el pueblo no creer en las mentiras, todos estaban cansados de vivir en las ruinas, un rayo de luz aunque haya sido la más tenue y difusa que hayan alcanzado a sus ojos pareció atractivo para cualquiera más para quienes nunca sintieron ese calor, pero la fuente era un engaño, era una luz oscura, nadie se dio cuenta en sus momentos y quienes lo hicieron prefirieron no decir nada.


Pies agrietados como los suyos, sucios de lodo y rasguñados por piedras, pisaron las tierras que se hacían llamar Euphir Virietum, el hogar que aquellos extraños le habían hablado, el lugar soñado, aunque tan solo se comenzaba a levantar. Desde la entrada, a los inicios de la ciudad, entre los edificios que todavía se construían y los árboles que aun crecían detrás del alboroto, sus orbes claros divisaron paredes de marfil y una cúpula que parecía de cristal, el castillo del parlamento se alzaba ante sus ojos y según ella alcanzaba el cielo, o más arriba, no ¡Era parte del cielo mismo! Se dio cuenta de que los otros que iban con ella también se percataron de la arquitectura que parecía sobresalir entre todas, pero al contrario de satisfacción, seguridad o encontrar un reflejo de esperanzas quiso retroceder, una mano que parecía inmensa al posarse sobre su diminuto hombro la detuvo de huir, tenía miedo, no quería ver ese cielo que se coloreaba de azul, su corazón se aceleraba y el piso daba vueltas. No quería, era mentira, todo era una mentira, un engaño. Ella pensó…




Una extraordinaria paleta de colores se desplegaba ante sus ojos, para unos como los de ella aquel paisaje era el único que pondría presenciar sin sentirse pecadora. Quince años, Lena era encantadora, con su melena plateada tan larga que bailaba de lado a lado cual bandera izada, al caer lo hacía tan gracia que parecía una caricia a sus muslos, con sus extensas pestañas que parecían querer unificarse con el sinfín y los provocativos labios que se enmarcaban en tinte rosa. Ella era lo único hermoso dentro de la masacre y no lo sabía, sus ojos se enfocaban en la escena tal como si pudiesen ver algo más allá de los cuerpos apilados y las moscas que los rodeaban, quienes continuaban vivos sea por milagro o más bien desgracia al esperarles una muerte demasiado lenta, podían jurar que pensaron que esa mujer era la mismísima muerte que había llegado a recoger las almas tras la tragedia ¡Nadie nunca creyó que la muerte fuese tan hermosa! Y es que parecía un ser de otro lugar, pese a todas las razas que ya habían visto, pocas se igualaban a su belleza, nadie llegaba a cuestionarse “¿Qué hace una criatura tan linda y joven pisando cadáveres como si fuesen parte de la alfombra?” Lena fue quien soltó la primera bomba, con ese pensamiento quería ver más allá de los muertos, quería verse a ella misma tirada junto a ellos, tener la muerte más lenta y dolorosa de todas, ella era hermosa y no lo sabía; no recordaba cuando fue la última vez que vio su propio reflejo. — Ese niño que estás viendo... ¿Lo conocías? — Lo que quedaba de un cuerpo joven se encontraba postrado sobre escombros con su cabellera rubia apenas reconocible, el rostro desfigurado, quemado hasta ya verse los huesos y los tejidos negros, su cuerpo estaba vestido de sangre, cenizas y pólvora, podía verse a través de lo que quedaba de su camisa un hueco en su abdomen, otro en el lado izquierdo de su pecho, un tiro directo a su corazón, con eso Lena pudo saber que al menos murió rápido, probablemente se quemó su cuerpo tras su muerte. — Su nombre era Tommy, tenía tan solo diez años, era un recién nacido cuando lo encontré con los otros niños abandonado en el basurero, lloraba por el frío del invierno, su cara estaba tan roja que parecía un semáforo. Tommy creció como un niño educado, al menos era el más tímido de nosotros, un encanto para las ancianas, él… A él le gustaba perseguir las mariposas, sabía leer mejor que nosotros que éramos mayores, era muy inteligente. — Con gran dolor habló en términos de pasado, guardó con ternura sus recuerdos del pequeño Tommy, con sus ojos azul pastel y su melena dorada, sus mejillas infladas y sus zapatitos de plástico. Aguantó la respiración para no gritar cuando los militares tomaron el joven cuerpo de piernas y brazos como si fuese un saco, y lo tiraron con el mismo trato a la pila de muertos, para luego quemarlos. Ni siquiera le darían un funeral honorable, pero Lena no lloraba, no debía llorar, ellos sabían que era ese rubio para ella, estaban probando su lealtad. — A Tommy… Le gustaba mi cabello. ¿En que pudo haberles estorbado un niño tan adorable de tan solo diez años? — El hombre no le respondió, pasó de largo para seguir ayudando a acomodar a los muertos, ella ahogó el llanto, sabía la contesta, más que nadie ella lo sabía.

Después de todo Lena también era militar.



El síndrome de Stendhal es una enfermedad que no te permite detallar las cosas bellas con la misma capacidad y percepción de las demás personas, lo que mil personas describen como una hermosa pieza de arte con delicadas pinceladas y la perfecta paleta de colores, quienes sufren esta condición lo ven como la peor de las obras. Descubre cosas bonitas en perfecciones y serás una persona culta, da una mala crítica a cosas hermosas y te considerarán basura. Lena entendió este pensamiento, lo hizo suyo, el arte está hecho no para ser juzgado, sino para juzgarte, entonces supo que ella no era muy diferente a esos monstruos que exhibían orgullosos sus placas y hombreras en los uniformes, que no asustara no cambiaba nada, seguía siendo una bestia.
Se acostumbró a la imagen de la sangre deslizándose desde sus guantes blancos al suelo, cuando las gotas carmín se escurrían de la hoja de su navaja por el lava manos, al olor a desinfectante de la enfermería, a los gritos de los heridos, pero por sobre todo al sonido de la guerra. Comprendió que era un festín. Cuando la muerte dirige la orquesta, lo que sucedió en aquel entonces se repetía una y otra vez, los demonios bailan, la vida llora de horror, las risas son olvidadas y en los ojos de los sobrevivientes solo reluce el ardor del fuego que quemaron sus hogares y seres queridos, no importaba cuando años transcurrieran, siempre estaban los escombros en la esquina de alguna ciudad, no todas se han recuperado, y ella aprendió a nutrirse de ese mismo festín. “Mata, te están observando” se decía cuando veía a algún pequeño que le recordara a su familia, desde el pequeño Tommy hasta todos los que eventualmente fueron muriendo, y ella por medio de ancianos que la reconocían cuando patrullaba se enteraba y esperaba a la noche o a la bañera para llorar por sus fallecidos, “Otro soldado caído” solía decirse. Llegó el punto en el que ya no miraba al cielo sino las bombas que caían desde los aviones, las municiones, y eso no era una ilusión, era muy real, la guerra estaba allí y ella formaba parte de su crueldad.

Cortó su cabello tan corto como el de un hombre, Lena nunca supo antes si en verdad era hermosa, no soportaba verse en el espejo, pero una vez lo supo, confirmó a lo que todos se referían, para entonces su cabello le llegaba a las rodillas, nunca antes se lo había cortado, y su silueta era hermosa, pechos abundantes y caderas anchas, cintura estrecha, sus hombros colorados, sus labios carnosos, podía ser confundida por una sirena pensó al momento. Pero ella no era tan bella como una, conservó su opinión. Aun mirándose desnuda al espejo cortó su cabello con la tijera, presenció cómo mechón por mechón hizo de alfombra al piso del baño, como se unificaban con el agua que escurría de su cuerpo al no haberse secado tras bañarse, así fue como su cabello hasta la nuca, parecía más un macho de esa forma, y unas manos amplias tomaron sus hombros, el pecho firme en su espalda, ella se crispó, nunca fue capaz de mirarlo a él a los ojos, sintió un escalofrío al oírlo hablar a su oído. — Cortaste tu cabello. — Lena no respondió, dejó las tijeras en la mesa, los dedos gruesos tomaban y jugaban con su ahora cortas hebras, desvió su vista al suelo donde sus pies lucían pequeños al lado de los suyos. Él tomó las tijeras y terminó de cortar las hebras que estaban disparejas en la parte posterior de su cabeza, no dijo nada, solo lo dejó. — Es una pena, tu cabello era hermoso, un color no común. Creo recordar que una vez me dijiste que a ese niño le gustaba tu cabello… A mí también, era precioso, pero no importa, sigues siendo muy linda. — Jamás escuchó un “te amo” de esos labios. Ese hombre fue su amante, y también era su superior, el mismo que la supervisó durante años, ella terminó enamorándose perdida e irremediablemente de él, y ese destrozó su corazón, a su forma, Lena tampoco le pidió que la amara, nunca se le confesó, ambos solo se utilizaron; ella para satisfacer sus fantasías, y él sus necesidades.



Otros detalles se añadirán luego.


— Pyrokinesis: Es la capacidad psicokinética que permite controlar el fuego y, crearlo a partir de la combustión del aire; muchos de estos usuarios poseen dentro de sus cuerpos algún elemento de combustión que le permite volverse uno con el fuego.





— “El síndrome de Stendhal (también denominado síndrome de Florencia o estrés del viajero) es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones, depresiones e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando estas son particularmente bellas o están expuestas en gran número en un mismo lugar.” — Wikipedia.

— Lena cortó su cabello cuando tenía veinte años, decidió que era muy difícil mantenerse presentable con tan largo cabello, era muy complicado de peinar sin verse al espejo. Lo peculiar de su peinado es que del lado derecho está casi completamente rapado, como un hombre, pero del lado izquierdo es más largo llegando en rizos hasta su hombro, lo que ella considera gracioso, pues si se pone de perfil puede parecer un hombre o una mujer. Por detrás está totalmente corto como en su lado derecho, creciendo su cabello a medida se acerca al otro lado de su cabeza.

— Desde hace cuatro años no ha vuelto a acostarse con “él”.

— Tiene ciertos malos/caprichosos hábitos alimenticios:
- Del pollo solo le gusta comerse su pechuga, no le gusta ni el muslo ni las alas, el resto del animal en realidad, solo coge la pechuga y lo demás suele dejarlo.
- No le gusta la sopa con verduras, no por su sabor sino la textura en su boca, suele compararlo con vómito, sobre todo cuando está triturado ¡Lo odia!
- No le gusta desayunar con sólido, solo bebida, como café, jugo o yogurt sin frutas ni cereales. Si come algo pesado le suele caer mal.
- Cuando ella cocina le suele añadir mucha pimienta negra a la comida, ají o picante, es una mala costumbre, le gusta que esté picosa su comida, pero tampoco se opone a los sabores dulces, es solo su forma de cocinar.
- No puede comer una comida desabrida, su carne tiene que tener guisos: cebollas, pimentón, ají picado, etc. Tampoco soporta un arroz al que no se le haya añadido sal al momento de cocinar, o un espagueti.
- Lo mismo podría decirse del huevo, no le gusta la parte blanca, solo se come la amarilla.
- No toma de su bebida hasta finalizar la comida.
- Su plato siempre debe estar ordenado, la carne aparte, luego el arroz, las verduras o las frutas. No le gusta que se mezclen. Cuando come es un bocado de cada una en el mismo orden.
- Come en forma de escuadra. Primero carga el utensilio de comida, lo eleva hacia arriba en línea recta, y luego lo lleva a su boca. No directo o acercándose ella al plato como algunos suelen hacerlo, ella se mantiene recta en la silla, considera de mal gusto ver como otros comen desordenados.  
- No le gusta que la vean comer, le incomoda, come a solas.
- Tiene adicción a la leche condensada, compra pequeños sobres con los que se la mantiene encima.
- Tiene una hora justa para los dulces, a las 5 p.m. Después de esa hora no se permite comer postres.
- Entre sus postres favoritos está la fresa con crema, pero odia comer la crema sola.
- Le molesta demasiado cuando le piden de lo que está comiendo, o que le ofrezcan a ella de lo que están comiendo, simplemente le incomoda, al igual que ver cómo le piden a otros. Considera que es de mala educación.

— Tiene cuatro piercings en la oreja derecha, entre los cuales dos desprende dos finas cadenas que conectan con el otro y caen en dos triángulos pequeños. Su espalda y su brazo derecho están por completo tatuados, este mismo tatuaje cruza por su hombro, representa a su dragón.

— Tiene la manía de jugar con sus piercings cuando está nerviosa o preocupada, le da vueltas o lleva los triángulos a su boca. Ha llegado a romperse la oreja sin querer.

— Las películas cuyo títulos inician por “Él, Las, Los”. Le irritan.

— Es muy buena con los niños, sin embargo no se lleva tan bien con los animales. Es alérgica a los gatos y a los perros.

— No le gusta cortarse las uñas, no es por una razón de apariencia, las mantiene bien arregladas sin embargo cuando se trata de cortar suele quedar con una mala sensación. Es como si le diera corriente en las uñas, y la sensación le dura alrededor de tres días.

— No le gusta ir a museos o exhibiciones de arte, ya es debido a su enfermedad. Pero tiene otros miedos, como a los insectos, les tiene pánico, incluso no soporta a las mariposas.

— Mide 1.70


→ NOMBRE DEL FÍSICO: Original.
→ ORIGEN: Jounetsunoakai.