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Euphir Virietum, la ilusión que muchos creyeron, el show que prometía protección y prosperidad, el imperio que se vio como único en esos catastróficos años, ha caído en guerra. Una muy diferente a la del exterior, donde las estrategias, la inteligencia y las habilidades son factores importantes para obtener los terrenos que prometen un paso más a la victoria.
¿Estás preparado para la destrucción?
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¡Verano!, fantástico sol, playas asombrosas, un día de descanso para disfrutar con todos tus amigos. ¡¿Y una lluvia de sangre?! Una gran ola de calor azota a Londres (Euphium) los grados están a punto de sobrepasar los 60° centígrados en el día y en la noche bajan de picada hasta -2° centígrados, la lluvia cuándo comienza jamás cesa ¿y la guerra? ¡Destruye nuestro más aclamado ambiente!
¡Recuerden! Jamás salir sin tu paraguas favorito, ¡y nunca olvides refrescarte con un delicioso helado de carne humana!
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Believe in your Instinct. {Spark ID} [Complete]
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Spark Instinct
Believe in your Instinct
22 Años
Pansexual
Dragón
Delincuente
Lucinthul
Psyche
Instinto
“(Del latín "instinctus" «impulso, motivación» y el verbo "instingere", a su vez formado por el prefijo [in], «desde adentro, interno» y el verbo [stingere] «impulsar, motivar»)
Impulso natural, interior e irracional que provoca una acción o un sentimiento sin que se tenga conciencia de la razón a la que obedece.”
“(Del latín "instinctus" «impulso, motivación» y el verbo "instingere", a su vez formado por el prefijo [in], «desde adentro, interno» y el verbo [stingere] «impulsar, motivar»)
Impulso natural, interior e irracional que provoca una acción o un sentimiento sin que se tenga conciencia de la razón a la que obedece.”
La personalidad de Spark es, en definitiva, impredecible.
Siempre atendiendo a lo que su instinto le marca, obedeciendo únicamente a los impulsos que dicta su criterio.
Puede describirse de muchas formas; fuerte, vivaz y valiente. Indómito inclusive. Con un carácter impulsivo propio de su raza. Extrovertido, expresivo y muy hablador, con una paciencia bastante amplia y difícil de exasperar. No es fácil hacerle enfadar... Es más, podría decirse que le molesta estar de mal humor. Tolerante, tranquilo, cordial y no suele mostrarse arisco con nadie, pues desborda amabilidad, gentileza e inocencia. Es sincero y genuino en sus opiniones, por lo que acaba como muy mal mentiroso. Imprudente, terco y testarudo. No piensa demasiado antes de llevar a cabo sus planes. Demasiado distraído, juguetón y, a pesar de mostrarse un tanto infantil, también puede resultar persuasivo y astuto. Un poco posesivo con lo que considera que le pertenece. Sobreprotector y atento con los más cercanos. Muy justo, pues no se quedará de brazos cruzados si observa que le hacen daño a un inocente, y atacará con garras, puños y colmillos para defender lo que cree correcto. Audaz en lo que quiere y suele mostrarse con una sonrisa confiada y animada plasmada en su rostro... Pero que no es más que una máscara que oculta su sombrío pasado.
Es un chico sencillo, "alegre" a pesar de haber pasado por tantas adversidades. Intensamente curioso, algo común en su especie y que le encanta adentrarse en lo desconocido, el peligro, la aventura. Un joven decidido, que no se dejará derrotar por la vida, pues cree firmemente que hay que vivirla al máximo. Siempre busca mantenerse de buen humor y estar animado frente a los demás. Es chistoso, simpático y confianzudo aunque recién esté conociendo a una persona, incluyendo también algo torpe y descuidado.
Sumamente inocente, pues no conoce demasiado del mundo real, así que, tristemente, es fácil aprovecharse de él. Es, la mayoría del tiempo, un “niño demasiado grande” que algunas veces actúa en exceso infantil para su edad. Penoso para algunas cosas, fácil de avergonzar, tierno, compasivo y muy empático. Nunca ha gustado de hacer daño a los demás, característica de su personalidad que no lograron arrebatarle, ni a pesar de que intentaron hacer de él un ser despiadado y desalmado, simplemente no.
En el aspecto sentimental, es más reservado y un tanto inseguro. Dulce, tímido, detallista y cariñoso. Su corazón es frágil, susceptible, pues aún cuando siempre se muestre fuerte y sagaz, puede ser fácilmente herido por un par de palabras malintencionadas. Dado que es muy expresivo, en su rostro y en sus ojos casi siempre se delatarán todas y cada una de sus emociones, lo que lo hace alguien fácil de “leer”. No es rencoroso, ni mucho menos vengativo. No es de los que reaccionará ante una agresión con más agresiones, al contrario, Spark preferirá guardar sus palabras y marcharse sin decir nada más. Conoce el sufrimiento muy bien, así que prefiere ahorrárselo a los demás. Noble, fiel y leal al 100%
Se entrega a todo dar y es por ello que suele estrellarse cruelmente contra dura la realidad.
¿Su peor temor?
Lastimar a quien llegue a amar.
History
¿Debo contarlo todo? ¿No es un poco personal para el tiempo que nos conocemos?
Oookay, vale, vale, ¡vamo’ a calmarno! no hay que ponerse agresivos.
Si me preguntan, puedo definir “mi historia” con una sola palabra.
Paredes blancas.
Suelo blanco.
Así lo recuerdo. Todo a mí alrededor era de ese monótono color.
Incluso mi ropa; camisas de mangas demasiado largas y pantalones que se arrastraban al paso de mis pies descalzos. Blanco. Siempre blanco.
Un falso blanco… que no era de ese agradable tono puro que se reconoce en las nubes. No. No era como el del pelaje de un animal, ni como el de los pétalos de una flor.
Aquel blanco pulido era un blanco… demasiado brillante y lustroso. Demasiado artificial.
Un blanco que ahora reconozco en los hospitales y, cómo no, se lo atribuyo a la ciencia.
La ciencia, que me hizo lo que hoy soy.
¿Cómo había llegado allí? No lo sabía.
¿Cómo habíamos llegado todos allí? -Porque yo no era el único.- No importaba. Ninguno lo sabía.
Recuerdo mi primer día entre esas pulcras paredes. Cuando desperté en una cama sencilla, de sábanas blancas, por supuesto, sin saber siquiera cuál era mi nombre. Recuerdo esa gruesa puerta metálica de una esquina, que, en ese entonces, yo no sabía que sería mi única conexión que tendría con el mundo exterior por mucho, muchísimo tiempo.
¿Dónde estaba? ¿Qué me había sucedido? ¿Quién era yo?
Había voces. Podía escucharlas.
Sabía que había voces a mí alrededor, así que al menos tenía el consuelo de no estar solo. Conversaban entre ellos afuera. Algunas voces tenían acentos raros, palabras que yo no comprendía. Otros eran sonidos más extraños; aullidos, gruñidos, rugidos… ¿Qué era ese lugar?
– ¿Has despertado? –
Fue la primera voz que, afortunadamente, pude entender, pero que no logré visualizar. ¿De dónde provenía? Era como un susurro apagado que podía oír a través de un ducto de ventilación, oculto tras aquella cama.
– ¿Dónde estoy? – Pregunté inocente, como si esperara una explicación que, en el fondo, sabía que no tendría.
Una pausa silenciosa.
– No lo sé. Nadie lo sabe. – Me respondió aquella voz, demasiado grave para ser la de una chica, mientras yo me levantaba de la cama y curioseaba todo lo que me rodeaba, aunque no había mucho que ver.
– ¿Sabes tu nombre? – Pregunté.
– No. –
– ¿Y el mío? –
Le escuché reír, aunque no sabía qué era lo que a la voz le había parecido gracioso.
– Mira en tu cuello. –
Lo hice y, para mi sorpresa, encontré una cadena colgante que tenía una placa en ella. ¿Cómo es que no la había visto antes?
– Sólo tiene un número. – Respondí, tras darle un vistazo al derecho y al revés. La placa ponía un código de barras extraño y, bajo este, la secuencia de números “00000028” – Es el veintiocho. –
– Bien, puedes elegir si quieres quedarte con ese número. – Dijo él.
– No quiero ser sólo un número. –
Otro pequeño silencio.
– Me agradas. – Respondió. – Espera a que salgamos de aquí y te explicaré. Prefiero hablar mirándote y no a un muro. –
– ¿Podemos salir de aquí? – Eso sí que había captado mi atención.
– Sí, pero sólo por unos minutos al día. –
– ¿Qué? ¿Unos minutos? ¿Por qué? –
– Porque estamos atrapados. –
En ese momento entendí que, no importaba cómo, tenía que escapar. – ¿Es una prisión? ¿Qué es lo que hicimos? –
– No es una prisión… Tranquilo, falta poco. Cuando la puerta se abra vendrán a revisarte y luego te llevarán fuera, allí te buscaré. –
– Pero… –
– Guarda silencio y no hagas nada en su contra, o te irá muy mal. –
– ¿Qué…? –
En efecto, a los pocos segundos la puerta se abrió de par en par y llegaron unos… ¿hombres? –Creía yo– con atuendos blancos y máscaras cubriendo sus rostros, que se abalanzaron sobre mí y comenzaron a examinarme. A pesar del pánico, mi instinto me dijo que, por mi bien, siguiera el consejo de la voz y me mantuviera en calma. ¿No me harían daño, cierto?
Qué ingenuo fui en aquel momento.
Revisaron mis pupilas, mi pulso, respiración y demás… Para luego escoltarme fuera de esa insípida habitación sin decirme siquiera una palabra, ni responder a ninguna de mis preguntas. Definitivamente no eran amables y, francamente, parecían robots cumpliendo con una directiva.
– ¿A dónde me llevan? –
De nuevo, sin respuesta. No importaba, pronto lo descubriría.
Vendaron mis ojos, supongo que como medida de seguridad, y me guiaron fuera a empujones, sujetándome de los brazos. Caminamos por lo que supuse serían largos pasillos, cruzando a la derecha y a la izquierda una y otra vez. Al final, después de tanto tiempo en ese encierro, aprendí el camino de memoria, e incluso sabía cuántos pasos necesitaba de ida y vuelta.
Al llegar me arrancaron la venda sin amabilidad y me dejaron… ¿fuera? No. Aquello definitivamente no era el exterior. Vi a los uniformados marchar por la puerta donde, supuse, habíamos llegado y, sin moverme de mi lugar, observé todo alrededor. Alcé la mirada al cielo, como si algo dentro de mí me gritara que era dónde debía estar. ¿Volar? Arriba estaba despejado, con el sol brillando… pero entre el cielo y el suelo había un enorme cristal redondeado, como una cúpula transparente que, en efecto, nos mantenía cautivos dentro de ella. Desierto era todo lo demás en el exterior.
– ¿Número veintiocho? Te encontré. –
Con un sobresalto saludé, por primera vez, a uno de los tantos amigos que hice en ese lugar. Pero al que fue tan cercano que llegué a nombrar hermano.
– ¿Tú… eres…? – Lo estudié de arriba abajo, casi en shock. Recuerdo que, al verlo, agradecí no haber estado hablando con un fantasma o conmigo mismo.
– Sí. – El chico era un tanto más alto y aparentemente mayor que yo. Pude leer que su placa ponía el número “00000008”.
– ¿Qué es este lugar? ¿Por qué estamos en un manicomio? – Él rió de nuevo, pero en un tono en el que parecía compadecerse de mi ignorancia.
– Esto es lo que conocemos como “el patio”, es lo más cerca que podemos estar del exterior. – Explicó con aparente calma, mientras me daba un recorrido. En ese entonces yo notaba en su mirada algo más que no podía identificar… Ahora lo sé; sé que era tristeza y nostalgia. – No estamos en una prisión, ni en un hospital… Sería más fácil escapar. –
– ¿A qué te refieres? ¿Por qué no podemos salir? ¿Quién nos tiene aquí? ¿Para qué? –
– Bájale un poco, chico Chispa. No es tan fácil de explicar a un recién llegado… Tómatelo con calma y escucha con atención, ¿bien? – El chico tomó asiento en una banqueta, rodeada de pasto artificial, lo sabía, lo sentía totalmente falso en mis pies, y yo preferí quedarme de pie, mirándole con total curiosidad. Podía sentir también una suave brisa, igualmente falsa, que nos mantenía frescos, lejos del calor sofocante que debía existir fuera de la cúpula, en aquel desierto kilométrico que nos rodeaba. ¿Dónde estaríamos? – El mundo allí afuera está en guerra. Probablemente no lo recuerdes… Yo tampoco lo hacía cuando llegué aquí pero, poco a poco, si te esfuerzas, puedes recordar algunas cosas. –
– ¿Cuánto llevas aquí? –
– Cinco años. – Enterarme de eso me hizo tragar saliva grueso. ¿Qué me esperaba a mí entonces?
– ¿Por qué…? –
– Mira a los demás y piensa un poco, ¿qué tenemos todos en común? –
Lo hice, y pude identificar a muchos otros jóvenes, como nosotros, chicos y chicas relativamente contemporáneos, algunos con apariencia más animal, otros con colas, alas... – Que todos estamos… ¿vestidos de blanco? –
– Vaya, imagino que no fuiste el cerebro de la familia. – “¿Familia?” – Somos niños, Chispa. Todos. Tú tendrás a lo mucho unos doce años. Yo creo que tengo quince. –
Sé que me arrebataron de mi familia. Ahora lo sé. Sé que también me arrebataron esos recuerdos… o, quizás, no tuve tiempo siquiera de tenerlos.
– ¿Y qué? – Seguía sin entender.
– Un montón de niños encerrados en tiempos de guerra… Con comida, ropa, agua, en un sitio relativamente “seguro.” – Él hizo una pausa mientras miraba a los demás, para después negar con su cabeza en reprobación. – Quisiera decirte que estamos aquí para que nos protejan, pero sería una mentira. –
Entonces, comencé a comprender, cuando aquel chico, “Número Ocho”, alzó las mangas de su camisa y retiró sus guantes, para mostrarme sus brazos.
– P-pero… ¡¿QUÉ TE HAN HECHO?! – Exclamé horrorizado al ver aquello, dando un brinco atrás. Pálido y helado.
No eran brazos normales.
Eran…
– Quizás nos cazaron, o quizás le vendieron esa historia a nuestros padres para que nos dejaran aquí. – Siguió explicando, sin inmutarse por mi reacción. – “Cuidaremos a sus hijos. Los protegeremos de la guerra. Estarán a salvo en nuestras manos.” Y por eso terminamos aquí, olvidándolos para siempre… Así que no te equivoques, sólo tenemos una forma de salir. –
Enmudecí, sin poder quitar mi mirada de sus brazos, hasta que él volvió a cubrirlos bajo sus mangas y guantes.
– Aquí no van a cuidarnos, novato. – Fue cuando vi en sus ojos la verdad. Una verdad que explicaba todo lo que hicieron conmigo durante tantos años.
– Estamos aquí para que fabriquen armas con nosotros. –
Por eso sus brazos eran metálicos. Brazos artificiales. Eran los brazos de un cyborg.
– Nos hacen máquinas de guerra, que venderán al mejor postor. –
Brazos de una máquina.
– Sólo cuando te conviertas en una máquina y, si tienes suerte, seas comprado, podrás salir de aquí. –
No daré detalles de lo que hicieron conmigo esa noche. Tampoco de lo que me hicieron el resto de las noches que siguieron durante esos ocho o nueve años. Casi 3.285 días en los que fui tratado como una rata de laboratorio. Lo sé, los contaba.
Eso éramos. Conejillos de indias con los que experimentar.
No lo niego. Allí aprendí muchas cosas; luchar, entrenar, controlar mis habilidades… Y también aprendí muchas más por las malas; como NO enfrentar a los uniformados. NO oponer resistencia a todo eso que inyectaban en mi cuerpo. NO intentar escapar.
¿Mi edad real? No tengo idea. Me calculo unos veintidós ahora, tal vez. ¿De dónde vengo? Quisiera, realmente, quisiera recordarlo. ¿Mi familia? Supongo que nunca sabré qué fue de ellos.
Sólo diré que algunos de nosotros teníamos más suerte que otros en esas instalaciones. Algunos éramos “más valiosos” por nuestra raza y poderes.
Yo, al parecer, era uno de los pocos dragones que habían logrado obtener para sus fines y no sólo eso, era el único que llevaba el control sobre la electricidad en los genes.
Quizás por eso nunca perturbaron mi cuerpo con partes de máquinas… Pero sí lograron volverme peligroso.
Todos esos tubos, todas esas “medicinas”, líquidos, cables y pruebas…
Todos los gritos.
Todas las súplicas.
Todo el llanto.
Todo el dolor.
Todo eso logró cambiarme.
Lograron alterarme… Dañarme.
¿Qué? ¿No me crees?
Intenta tocar mi piel… Pero no digas que no te lo he advertido.
En fin, ¿cómo logré escapar?
Pues, para resumirlo, un bombardeo es capaz destruir prácticamente cualquier cosa.
No se puede esperar ser neutral en tiempos de guerra. Mucho menos en unas instalaciones como esas que, seguramente, negociaban con cualquiera que estuviera dispuesto a pagar, sin importar si eran aliadoso enemigos entre sí.
Es una posibilidad que una de sus muchas “armas” vendidas regresara a agradecerles el favor…
Como fuera, sólo recuerdo que busqué por todas partes a mi hermano, Número Ocho, durante las explosiones y la desesperación de todos por huir… pero desde esa noche de caos, nunca más volví a verlo.
Sé que no fui el único sobreviviente. Tengo la esperanza de que él escapara también, como muchos lo hicimos. Algún día espero encontrarlo.
¿Actualmente?
Bueeh, Lucinthul parece un buen lugar para poner en práctica todas las habilidades asesinasninjasmutanteschupacabras que aprendí. Soy un peligro ambulante, ¿qué más puedo hacer que robar para sobrevivir?
Es enserio. No puedes tocarme. Ni tú, ni nadie podrá hacerlo ya jamás.
Oookay, vale, vale, ¡vamo’ a calmarno! no hay que ponerse agresivos.
Si me preguntan, puedo definir “mi historia” con una sola palabra.
Blanco.
Paredes blancas.
Suelo blanco.
Así lo recuerdo. Todo a mí alrededor era de ese monótono color.
Incluso mi ropa; camisas de mangas demasiado largas y pantalones que se arrastraban al paso de mis pies descalzos. Blanco. Siempre blanco.
Un falso blanco… que no era de ese agradable tono puro que se reconoce en las nubes. No. No era como el del pelaje de un animal, ni como el de los pétalos de una flor.
Aquel blanco pulido era un blanco… demasiado brillante y lustroso. Demasiado artificial.
Un blanco que ahora reconozco en los hospitales y, cómo no, se lo atribuyo a la ciencia.
La ciencia, que me hizo lo que hoy soy.
¿Cómo había llegado allí? No lo sabía.
¿Cómo habíamos llegado todos allí? -Porque yo no era el único.- No importaba. Ninguno lo sabía.
Recuerdo mi primer día entre esas pulcras paredes. Cuando desperté en una cama sencilla, de sábanas blancas, por supuesto, sin saber siquiera cuál era mi nombre. Recuerdo esa gruesa puerta metálica de una esquina, que, en ese entonces, yo no sabía que sería mi única conexión que tendría con el mundo exterior por mucho, muchísimo tiempo.
¿Dónde estaba? ¿Qué me había sucedido? ¿Quién era yo?
Había voces. Podía escucharlas.
Sabía que había voces a mí alrededor, así que al menos tenía el consuelo de no estar solo. Conversaban entre ellos afuera. Algunas voces tenían acentos raros, palabras que yo no comprendía. Otros eran sonidos más extraños; aullidos, gruñidos, rugidos… ¿Qué era ese lugar?
– ¿Has despertado? –
Fue la primera voz que, afortunadamente, pude entender, pero que no logré visualizar. ¿De dónde provenía? Era como un susurro apagado que podía oír a través de un ducto de ventilación, oculto tras aquella cama.
– ¿Dónde estoy? – Pregunté inocente, como si esperara una explicación que, en el fondo, sabía que no tendría.
Una pausa silenciosa.
– No lo sé. Nadie lo sabe. – Me respondió aquella voz, demasiado grave para ser la de una chica, mientras yo me levantaba de la cama y curioseaba todo lo que me rodeaba, aunque no había mucho que ver.
– ¿Sabes tu nombre? – Pregunté.
– No. –
– ¿Y el mío? –
Le escuché reír, aunque no sabía qué era lo que a la voz le había parecido gracioso.
– Mira en tu cuello. –
Lo hice y, para mi sorpresa, encontré una cadena colgante que tenía una placa en ella. ¿Cómo es que no la había visto antes?
– Sólo tiene un número. – Respondí, tras darle un vistazo al derecho y al revés. La placa ponía un código de barras extraño y, bajo este, la secuencia de números “00000028” – Es el veintiocho. –
– Bien, puedes elegir si quieres quedarte con ese número. – Dijo él.
– No quiero ser sólo un número. –
Otro pequeño silencio.
– Me agradas. – Respondió. – Espera a que salgamos de aquí y te explicaré. Prefiero hablar mirándote y no a un muro. –
– ¿Podemos salir de aquí? – Eso sí que había captado mi atención.
– Sí, pero sólo por unos minutos al día. –
– ¿Qué? ¿Unos minutos? ¿Por qué? –
– Porque estamos atrapados. –
En ese momento entendí que, no importaba cómo, tenía que escapar. – ¿Es una prisión? ¿Qué es lo que hicimos? –
– No es una prisión… Tranquilo, falta poco. Cuando la puerta se abra vendrán a revisarte y luego te llevarán fuera, allí te buscaré. –
– Pero… –
– Guarda silencio y no hagas nada en su contra, o te irá muy mal. –
– ¿Qué…? –
En efecto, a los pocos segundos la puerta se abrió de par en par y llegaron unos… ¿hombres? –Creía yo– con atuendos blancos y máscaras cubriendo sus rostros, que se abalanzaron sobre mí y comenzaron a examinarme. A pesar del pánico, mi instinto me dijo que, por mi bien, siguiera el consejo de la voz y me mantuviera en calma. ¿No me harían daño, cierto?
Qué ingenuo fui en aquel momento.
Revisaron mis pupilas, mi pulso, respiración y demás… Para luego escoltarme fuera de esa insípida habitación sin decirme siquiera una palabra, ni responder a ninguna de mis preguntas. Definitivamente no eran amables y, francamente, parecían robots cumpliendo con una directiva.
– ¿A dónde me llevan? –
De nuevo, sin respuesta. No importaba, pronto lo descubriría.
Vendaron mis ojos, supongo que como medida de seguridad, y me guiaron fuera a empujones, sujetándome de los brazos. Caminamos por lo que supuse serían largos pasillos, cruzando a la derecha y a la izquierda una y otra vez. Al final, después de tanto tiempo en ese encierro, aprendí el camino de memoria, e incluso sabía cuántos pasos necesitaba de ida y vuelta.
Al llegar me arrancaron la venda sin amabilidad y me dejaron… ¿fuera? No. Aquello definitivamente no era el exterior. Vi a los uniformados marchar por la puerta donde, supuse, habíamos llegado y, sin moverme de mi lugar, observé todo alrededor. Alcé la mirada al cielo, como si algo dentro de mí me gritara que era dónde debía estar. ¿Volar? Arriba estaba despejado, con el sol brillando… pero entre el cielo y el suelo había un enorme cristal redondeado, como una cúpula transparente que, en efecto, nos mantenía cautivos dentro de ella. Desierto era todo lo demás en el exterior.
– ¿Número veintiocho? Te encontré. –
Con un sobresalto saludé, por primera vez, a uno de los tantos amigos que hice en ese lugar. Pero al que fue tan cercano que llegué a nombrar hermano.
– ¿Tú… eres…? – Lo estudié de arriba abajo, casi en shock. Recuerdo que, al verlo, agradecí no haber estado hablando con un fantasma o conmigo mismo.
– Sí. – El chico era un tanto más alto y aparentemente mayor que yo. Pude leer que su placa ponía el número “00000008”.
– ¿Qué es este lugar? ¿Por qué estamos en un manicomio? – Él rió de nuevo, pero en un tono en el que parecía compadecerse de mi ignorancia.
– Esto es lo que conocemos como “el patio”, es lo más cerca que podemos estar del exterior. – Explicó con aparente calma, mientras me daba un recorrido. En ese entonces yo notaba en su mirada algo más que no podía identificar… Ahora lo sé; sé que era tristeza y nostalgia. – No estamos en una prisión, ni en un hospital… Sería más fácil escapar. –
– ¿A qué te refieres? ¿Por qué no podemos salir? ¿Quién nos tiene aquí? ¿Para qué? –
– Bájale un poco, chico Chispa. No es tan fácil de explicar a un recién llegado… Tómatelo con calma y escucha con atención, ¿bien? – El chico tomó asiento en una banqueta, rodeada de pasto artificial, lo sabía, lo sentía totalmente falso en mis pies, y yo preferí quedarme de pie, mirándole con total curiosidad. Podía sentir también una suave brisa, igualmente falsa, que nos mantenía frescos, lejos del calor sofocante que debía existir fuera de la cúpula, en aquel desierto kilométrico que nos rodeaba. ¿Dónde estaríamos? – El mundo allí afuera está en guerra. Probablemente no lo recuerdes… Yo tampoco lo hacía cuando llegué aquí pero, poco a poco, si te esfuerzas, puedes recordar algunas cosas. –
– ¿Cuánto llevas aquí? –
– Cinco años. – Enterarme de eso me hizo tragar saliva grueso. ¿Qué me esperaba a mí entonces?
– ¿Por qué…? –
– Mira a los demás y piensa un poco, ¿qué tenemos todos en común? –
Lo hice, y pude identificar a muchos otros jóvenes, como nosotros, chicos y chicas relativamente contemporáneos, algunos con apariencia más animal, otros con colas, alas... – Que todos estamos… ¿vestidos de blanco? –
– Vaya, imagino que no fuiste el cerebro de la familia. – “¿Familia?” – Somos niños, Chispa. Todos. Tú tendrás a lo mucho unos doce años. Yo creo que tengo quince. –
Sé que me arrebataron de mi familia. Ahora lo sé. Sé que también me arrebataron esos recuerdos… o, quizás, no tuve tiempo siquiera de tenerlos.
– ¿Y qué? – Seguía sin entender.
– Un montón de niños encerrados en tiempos de guerra… Con comida, ropa, agua, en un sitio relativamente “seguro.” – Él hizo una pausa mientras miraba a los demás, para después negar con su cabeza en reprobación. – Quisiera decirte que estamos aquí para que nos protejan, pero sería una mentira. –
Entonces, comencé a comprender, cuando aquel chico, “Número Ocho”, alzó las mangas de su camisa y retiró sus guantes, para mostrarme sus brazos.
– P-pero… ¡¿QUÉ TE HAN HECHO?! – Exclamé horrorizado al ver aquello, dando un brinco atrás. Pálido y helado.
No eran brazos normales.
Eran…
– Quizás nos cazaron, o quizás le vendieron esa historia a nuestros padres para que nos dejaran aquí. – Siguió explicando, sin inmutarse por mi reacción. – “Cuidaremos a sus hijos. Los protegeremos de la guerra. Estarán a salvo en nuestras manos.” Y por eso terminamos aquí, olvidándolos para siempre… Así que no te equivoques, sólo tenemos una forma de salir. –
Enmudecí, sin poder quitar mi mirada de sus brazos, hasta que él volvió a cubrirlos bajo sus mangas y guantes.
– Aquí no van a cuidarnos, novato. – Fue cuando vi en sus ojos la verdad. Una verdad que explicaba todo lo que hicieron conmigo durante tantos años.
– Estamos aquí para que fabriquen armas con nosotros. –
Por eso sus brazos eran metálicos. Brazos artificiales. Eran los brazos de un cyborg.
– Nos hacen máquinas de guerra, que venderán al mejor postor. –
Brazos de una máquina.
– Sólo cuando te conviertas en una máquina y, si tienes suerte, seas comprado, podrás salir de aquí. –
… … …
No daré detalles de lo que hicieron conmigo esa noche. Tampoco de lo que me hicieron el resto de las noches que siguieron durante esos ocho o nueve años. Casi 3.285 días en los que fui tratado como una rata de laboratorio. Lo sé, los contaba.
Eso éramos. Conejillos de indias con los que experimentar.
No lo niego. Allí aprendí muchas cosas; luchar, entrenar, controlar mis habilidades… Y también aprendí muchas más por las malas; como NO enfrentar a los uniformados. NO oponer resistencia a todo eso que inyectaban en mi cuerpo. NO intentar escapar.
¿Mi edad real? No tengo idea. Me calculo unos veintidós ahora, tal vez. ¿De dónde vengo? Quisiera, realmente, quisiera recordarlo. ¿Mi familia? Supongo que nunca sabré qué fue de ellos.
Sólo diré que algunos de nosotros teníamos más suerte que otros en esas instalaciones. Algunos éramos “más valiosos” por nuestra raza y poderes.
Yo, al parecer, era uno de los pocos dragones que habían logrado obtener para sus fines y no sólo eso, era el único que llevaba el control sobre la electricidad en los genes.
Quizás por eso nunca perturbaron mi cuerpo con partes de máquinas… Pero sí lograron volverme peligroso.
Todos esos tubos, todas esas “medicinas”, líquidos, cables y pruebas…
Todos los gritos.
Todas las súplicas.
Todo el llanto.
Todo el dolor.
Todo eso logró cambiarme.
Lograron alterarme… Dañarme.
¿Qué? ¿No me crees?
Intenta tocar mi piel… Pero no digas que no te lo he advertido.
En fin, ¿cómo logré escapar?
Pues, para resumirlo, un bombardeo es capaz destruir prácticamente cualquier cosa.
No se puede esperar ser neutral en tiempos de guerra. Mucho menos en unas instalaciones como esas que, seguramente, negociaban con cualquiera que estuviera dispuesto a pagar, sin importar si eran aliados
Es una posibilidad que una de sus muchas “armas” vendidas regresara a agradecerles el favor…
Como fuera, sólo recuerdo que busqué por todas partes a mi hermano, Número Ocho, durante las explosiones y la desesperación de todos por huir… pero desde esa noche de caos, nunca más volví a verlo.
Sé que no fui el único sobreviviente. Tengo la esperanza de que él escapara también, como muchos lo hicimos. Algún día espero encontrarlo.
¿Actualmente?
Bueeh, Lucinthul parece un buen lugar para poner en práctica todas las habilidades asesinasninjasmutanteschupacabras que aprendí. Soy un peligro ambulante, ¿qué más puedo hacer que robar para sobrevivir?
Es enserio. No puedes tocarme. Ni tú, ni nadie podrá hacerlo ya jamás.
Powers
Artem: "Electrokinesis"
Es la capacidad psicokinética que permite manipular la electricidad, es posible que los usuarios tengan la facilidad de recibir dentro de su cuerpo grandes corrientes de electricidad de una fuente, generador y; utilizarla como ataque a través del campo áurico mediante las partes del cuerpo o cubrir todo el cuerpo en electricidad.
√Skills√
√ Los impulsos nerviosos de todo su cuerpo fueron alterados durante los experimentos que le impusieron. Lo convirtieron en un generador constante de electricidad, por lo que su piel está transmitiendo una capa de choques eléctricos involuntarios e incesantes al exterior, totalmente descontrolados. Estos choques son intermitentes, pero perpetuos, y tienen una carga de voltaje muy alta, por lo que cualquiera que toque su piel literalmente sufrirá una fuerte descarga eléctrica que él
√ Es capaz de producir corrientes lineales de electricidad que sí puede controlar. Son literalmente rayos o relámpagos que es capaz de proyectar en la dirección y con la potencia que desee. Estos sólo son producidos desde sus manos. Incluso puede transmitir energía de esta forma, con lo que es capaz recargar aparatos electrónicos, o bien, sobrecargarlos hasta dañarlos.
√ Posee la capacidad de generar un manto de escudo eléctrico a su alrededor para defenderse, pero no puede proyectarlo en nadie más. Este escudo implica un gasto excesivo de energía que se suma a sus constantes descargas involuntarias, por lo que sólo dura un tiempo limitado. En un corto período, el escudó desaparecerá.
√ Es capaz de regenerar sus heridas a una velocidad muchísimo mayor de lo normal si absorbe la energía de algún generador externo de electricidad, como enchufes, baterías, o cualquier dispositivo electrónico. De no absorber electricidad externa, cualquier herida sanará lentamente.
√ Un relámpago representa la más excelsa fuente de electricidad natural que existe, y Spark es capaz de absorber toda esa energía para almacenarla y utilizarla como le plazca. Si le cae un rayo, -literalmente- no va a matarlo, al contrario, puede recargarlo en su totalidad, e incluso sanarle de cualquier herida o mal, sólo que, claro, el precio a pagar es la inconsciencia por, cuando menos, un día entero o más.
Xtras
√Likes√
√ AdoraAMA las cerezas. Está obsesionado con ellas, tanto que siempre tiene consigo, al menos, una bolsa repleta, escondida en alguno de sus miles de bolsillos secretos.
√ Le gustan bastante los dulces también.
√ Colecciona juguetes que roba de las tiendas. Sus favoritos son los peluches.
√ Le encantan los días soleados, aunque no tolera muy bien al calor excesivo.
√ Es fan de los animales, aunque por el bien de ellos, prefiere mantenerse a distancia.
✖Dislikes✖
✖ No le agradan los días grises, ni los augurios de lluvia. En especial detesta las tormentas eléctricas, porque sabe que es un “pararrayos” andante.
✖ No soporta el aroma a cigarrillos, ni el licor. Su olfato en muy sensible a los olores tan intensos.
✖ Le teme a la oscuridad.
✖ Vomita si consume vegetales. Es un carnívoro nato.
✖ No le gustan las armas. De ningún tipo. Prefiere no utilizarlas.
» La mayoría de su ropa está fabricada de materiales aislantes e, incluso, siempre lleva guantes, mangas y pantalones largos. Todo para evitar que alguien pueda tocarle por error y sufra una descarga eléctrica.
» Aún en su forma humana es capaz de mostrar algunos rasgos de dragón; garras punzantes que puede desarrollar de sus uñas, colmillos más filosos de lo normal, y sus imponentes alas doradas que parten de su espalda, las cuales le otorgan la capacidad de volar. Estas últimas pueden extenderse o retraerse hasta acoplarse a la dermis de su espalda, para ocultarlas de la vista de los demás.
» Cuando sus alas “nacen” o se extienden de su espalda le generan un agudo e intenso dolor punzante, pues es como reabrir un par de gigantescas heridas que siempre quedan marcadas como enormes cicatrices en su piel. El proceso resulta muy extenuante, así que, por lo general, prefiere evitarlo y mantenerse en su forma completamente humana.
» El dolor que le producen sus alas le ha llevado a desarrollar un cierto desdén hacia su forma de Dragón. Nunca ha podido transformarse totalmente, pues no lo tenía permitido en esos años en los que experimentaron con él, así que no está seguro de poder hacerlo, ni tampoco ha querido intentarlo. Podría decirse que, si sabía cómo hacerlo, ya lo ha olvidado.
» Su piel es más resistente de lo normal y puede exponer algunas de sus escamas doradas si lo desea.
» Tiene ciertas conductas más animales "instintivas" que humanas, como la tendencia a gruñir cuando algo le desagrada, o a olfatear más de cerca los aromas que llamen su atención.
» Muchas cicatrices decoran su cuerpo.
» Detesta andar sin ropa, básicamente porque le avergüenza sobremanera estar desnudo y, también, porque representa un peligro si se encuentra cerca de alguien más.
» Es muy hábil en el combate cuerpo a cuerpo, destacando en agilidad, velocidad y destreza. No se ha visto nunca en la necesidad de utilizar armas.
» Prácticamente nunca duerme. Le cuesta bastante conciliar el sueño, esto es un efecto secundario de sus constantes emisiones eléctricas.
» Su cabello siempre está de punta o alborotado por su propia estática.
» Es un experto en hurtar en las narices de sus víctimas sin que éstas se enteren de nada.
» Ha desarrollado claustrofobia, lo que le hace detestar los espacios cerrados o el estar enjaulado.
» Actualmente sufre de leve hiperactividad.
» Vive en las ruinas de lo que alguna vez fue una casa, seguramente abandonada y casi destruida durante la caída de Sibenton. Spark la encontró hace un par de años, a las afueras de Lucinthul. Él mismo la reconstruyó y, en la actualidad, sobrevive en base a todo lo que roba. Generalmente comida, ropa, o dinero de los habitantes de Euphium.
» No es difícil adivinar de dónde obtuvo su nombre.
→REGISTRY
→ NOMBRE DEL FÍSICO: Spark.
→ ORIGEN: Pokémon Go.
√ Adora
√ Le gustan bastante los dulces también.
√ Colecciona juguetes que roba de las tiendas. Sus favoritos son los peluches.
√ Le encantan los días soleados, aunque no tolera muy bien al calor excesivo.
√ Es fan de los animales, aunque por el bien de ellos, prefiere mantenerse a distancia.
✖Dislikes✖
✖ No le agradan los días grises, ni los augurios de lluvia. En especial detesta las tormentas eléctricas, porque sabe que es un “pararrayos” andante.
✖ No soporta el aroma a cigarrillos, ni el licor. Su olfato en muy sensible a los olores tan intensos.
✖ Le teme a la oscuridad.
✖ Vomita si consume vegetales. Es un carnívoro nato.
✖ No le gustan las armas. De ningún tipo. Prefiere no utilizarlas.
» La mayoría de su ropa está fabricada de materiales aislantes e, incluso, siempre lleva guantes, mangas y pantalones largos. Todo para evitar que alguien pueda tocarle por error y sufra una descarga eléctrica.
» Aún en su forma humana es capaz de mostrar algunos rasgos de dragón; garras punzantes que puede desarrollar de sus uñas, colmillos más filosos de lo normal, y sus imponentes alas doradas que parten de su espalda, las cuales le otorgan la capacidad de volar. Estas últimas pueden extenderse o retraerse hasta acoplarse a la dermis de su espalda, para ocultarlas de la vista de los demás.
» Cuando sus alas “nacen” o se extienden de su espalda le generan un agudo e intenso dolor punzante, pues es como reabrir un par de gigantescas heridas que siempre quedan marcadas como enormes cicatrices en su piel. El proceso resulta muy extenuante, así que, por lo general, prefiere evitarlo y mantenerse en su forma completamente humana.
» El dolor que le producen sus alas le ha llevado a desarrollar un cierto desdén hacia su forma de Dragón. Nunca ha podido transformarse totalmente, pues no lo tenía permitido en esos años en los que experimentaron con él, así que no está seguro de poder hacerlo, ni tampoco ha querido intentarlo. Podría decirse que, si sabía cómo hacerlo, ya lo ha olvidado.
» Su piel es más resistente de lo normal y puede exponer algunas de sus escamas doradas si lo desea.
» Tiene ciertas conductas más animales "instintivas" que humanas, como la tendencia a gruñir cuando algo le desagrada, o a olfatear más de cerca los aromas que llamen su atención.
» Muchas cicatrices decoran su cuerpo.
» Detesta andar sin ropa, básicamente porque le avergüenza sobremanera estar desnudo y, también, porque representa un peligro si se encuentra cerca de alguien más.
» Es muy hábil en el combate cuerpo a cuerpo, destacando en agilidad, velocidad y destreza. No se ha visto nunca en la necesidad de utilizar armas.
» Prácticamente nunca duerme. Le cuesta bastante conciliar el sueño, esto es un efecto secundario de sus constantes emisiones eléctricas.
» Su cabello siempre está de punta o alborotado por su propia estática.
» Es un experto en hurtar en las narices de sus víctimas sin que éstas se enteren de nada.
» Ha desarrollado claustrofobia, lo que le hace detestar los espacios cerrados o el estar enjaulado.
» Actualmente sufre de leve hiperactividad.
» Vive en las ruinas de lo que alguna vez fue una casa, seguramente abandonada y casi destruida durante la caída de Sibenton. Spark la encontró hace un par de años, a las afueras de Lucinthul. Él mismo la reconstruyó y, en la actualidad, sobrevive en base a todo lo que roba. Generalmente comida, ropa, o dinero de los habitantes de Euphium.
» No es difícil adivinar de dónde obtuvo su nombre.
→REGISTRY
→ NOMBRE DEL FÍSICO: Spark.
→ ORIGEN: Pokémon Go.
SEXO :
Masculino
HUMOR :
Ceerezaas.
LOCALIZACIÓN :
Perdido.
EMPLEO :
Todo lo tuyo es mío. <3
MENSAJES :
10
FECHA DE INSCRIPCIÓN :
23/09/2016
Spark Instinct
→ DRAGÓN
FICHA ACEPTADA
Te damos la bienvenida a Euphir Virietum
× Ten en cuenta que la administración se encarga personalmente de anexar a tú físico en el registro de personajes Ocupados.
× Sí todavía posees alguna duda o problema en específico, tienes la libertad de escribir en el apartado correspondiente o enviar algún mensaje privado a algún miembro de la administración que se encargará de sacarte de las dudas.
× Tú alma le pertenece ahora a Euphir Virietum, lamentablemente no hacemos cambio.
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× Tú alma le pertenece ahora a Euphir Virietum, lamentablemente no hacemos cambio.
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HUMOR :
Quiero un café.
LOCALIZACIÓN :
En algún lado. Supongo.
EMPLEO :
Ser una molestia.
MENSAJES :
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FECHA DE INSCRIPCIÓN :
15/11/2014
The FuckingKing
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