M A D A M E —ID

Rosemarie Victorine Lamour
30 años aparentes — reales desconocidos
Femenino
Pansexual
Hechicera
Parlamento
Inglesa
Euphium


Rosemarie es una mujer que, a simple vista, es catalogada como una dama, una mujer de clase y poder, delicada, refinada, educada. Una perfecta dama de sociedad, criada y preparada para tomar ese lugar que se le ha concedido. Es difícil, casi imposible, atribuirle algún gesto grosero, alguna expresión que no se encuentre entre las finas facciones de la dulzura y elocuencia, imposible relacionarla con alguna actitud fuera de lugar, con algún comentario grosero o maleducado que pueda, siquiera, poner una insignificante mancha en la imagen que mantiene frente a todos. Es una dama, una mujer de clase que, con una sonrisa entre sus labios, se ha ganado a la gran mayoría de personas de aquella podrida ciudad. Su andar, sus gestos, sus movimientos, sus sonrisas y expresiones; es una mujer nacida en cuna de oro, por supuesto ¿Quién podría negarlo? Nadie conoce el pasado de una mujer que, estando en la cima de aquella jerárquica ciudad, parece una flor roja sin mancha alguna.

Pero Madame es una mujer que se ha forjado a sí misma, que tuvo la necesidad de hacerse de un carácter que le permitiera no ser pisoteada por bestias más grandes. No es alguien que toma la violencia como el primer punto, no es alguien que utilice la intimidación para obtener lo que desea, mucho menos las amenazas para conseguir algo. Es perspicaz, astuta, inteligente, alguien que manipula, engatusa, engaña y controla para su placer, para su objetivo, para su objetivo. Una mujer que con una sonrisa comienza el juego en donde hará caer lentamente a todos aquellos que podrán serle de utilidad, una estratega, una manipuladora innata. No se deja llevar con facilidad, no es alguien que se mueva únicamente por el deseo o el poder de hacerlo. No se deja influenciar con facilidad, y si así lo pareciera, es por una razón, por un motivo, por un objetivo más grande.

Es segura de sí misma, orgullosa como toda mujer debería ser, capaz de hacerse respetar con solo su presencia y un gesto correcto. No baja la irada ante nadie, sin importar la posición. Si algo ha aprendido bien es que bajar la mirada es sinónimo de sumisión en aquel podrido mundo, y la sumisión es rendirse a aspirar a algo más que la mediocridad. No acepta las fallas, no tolerar un error, no acepta una derrota con facilidad. Alguien que aprendió lo dura que es la vida, que vivió en lo más bajo, que ascendió desde el abismo hasta la cima; no está en condiciones de aceptar o efectuar un error. Sabe que hay mucho en su vida que pueda salir perjudicado ante alguna falla, que serán muchas las perdidas por un simple error. Y no está dispuesta a perder todo por cuanto trabajo. Una mujer que puede llegar a la altanería y soberbia si la ocasión lo amerita, sin perder su esencia.

Una dama que, a pesar de su apariencia, puede volverse un ser completamente descarado. Vivió entre bestias, se crio entre estas y tomo lo mejor de estas, pro también existen viejas mañas que difícilmente puede dejar atrás. Aun así es una mujer bromista, que disfruta de divertirse y soltar bromas ocasionales. No es alguien que disfrute de estar constantemente con una mueca de seriedad o neutralidad, alguien que disfruta de la vida tanto como se le es posible, hasta el punto que sus limitaciones le permitan. Es una mujer considerada, es alguien que ve ms allá de sí misma, que se preocupa por aquellos a quienes les ha cogido afecto, aunque esto puede ser difícil. Pero cuando el cariño o amor llega puede volverse una mujer protectora, una figura siempre presente, atenta, considerada y cuidadosa; casi con un instinto maternal que nunca ha logrado explotar por completo.

Sin embargo también es una mujer peligrosa, una dama que sabe que, tarde o temprano, es necesario mancharse las manos en pos de un objetivo, de un trabajo o necesidad. No teme levantar un arma en contra de su enemigo, mucho menos empuñar un puñal para dar finalmente el golpe de gracia. Y no se lamentara, sin importar el afecto de por medio, es alguien capaz de encerrar y sellar cada sentimiento cuando le es necesario, olvidarse de los lazos cuando el arma llega a sus manos.

Como toda dama de sociedad, su rostro no es más que la máscara que oculta su verdadero ser.


La historia de una dama tan distinguida, de una figura entre los más poderosos, de una mano que mueve y tira de los hilos del poder. Rosemarie, conocida también como Madame, se ha hecho de un poder que, en algún punto de la historia, su linaje perdió en medio de una pesadilla. En algún punto de la historia su sangre, sangre de hechiceros, fue considerada maldita y bendita al mismo tiempo, la salvación y la condena. Parte de la familia real inglesa, una rama perdida, alejada, casi olvidada de lo que fue la vieja monarquía de aquellas tierras prosperas. Conocidos como los brujos y brujas de la realeza, entes practicantes de magia que no podían ser condenados a la hoguera como cualquier otro campesino. Fue esa rama débil de la familia real de aquellos años olvidados la que llego hasta Madame, la que le dio su poder, la que le dio su imagen, la fuerza que posteriormente la llevo a la cima de la sociedad.

Los años no siempre resulta favorecedores para todos aquellos que tuvieron la desdicha de sufrir la guerra en aquel mundo, llevando a muchos a huir buscando solo un día más en aquella salvaje existencia. Rosemarie, conocida en aquel momento como Rose, no fue más que una niña buscando la protección, la seguridad que los territorios de Euphir Virietum prometía. En Sibenton, con su primer choque en lo que era la dura vida de aquella ciudad, lentamente se fue forjando de un carácter y una imagen que seguiría creciendo cada vez más. Era una bruja, una adivina, una niña casi mujer que se hizo un lugar en aquellos desechos de sociedad. Entre dinero y estafas, entre lecturas y sonrisas coquetas, entre mentiras y hechizos tuvo el poder y la oportunidad de ir más lejos de lo que la frontera prometía.

Era una joven muchacha cuando cayó bajo la protección de un miembro de la Élite, un hombre interesado en sus predicciones, enceguecido por sus habilidades y seducido por su sonrisa. Aquel que conoció en uno de sus pocos viajes hacia esa ciudad que prometía tanto y poco cedía, un hombre que le hizo desearla como un sediento en el desierto, engañando su mente, manipulando el ínfimo corazón que aún se atrevía a guardar. Fue solo un instante en que la vieja casa hecha pedazos en donde dormía fue reemplazada por una amplia habitación de una gran propiedad en Euphium. Pero no todo es eterno, esa vida que inicio en el instante que llego a Euphium, también fue el nuevo camino que le dio un objetivo a su vida.

Fueron años después en donde se convirtió en una mujer de sociedad, una joven dama que se hacía paso entre las criaturas de mayor poder con naturalidad, una que robaba miradas por donde caminara, que llamaba la atención con solo una risa brotando de sus labios. Aquel que fue su protector durante ese viaje de Sibenton a Euphium la había convertido en una dama digna de las altas clases de aquella ciudad, una mujer que podría sentarse a la par que hombres de gran poder sin titubear. Pero fue ese mismo hombre que, obsesionado por ella, había terminado por caer en su propia locura.

Rose, quien se ganó el nombre de Madame con el pasar de los años, ni siquiera titubeo cuando, gota a gota, un veneno era vertido en la comida de aquel que la protegió y cobijo. Día tras día, cuidándolo y sonriéndole como todos esos años, vio a aquel hombre ir marchitándose bajo el poder de su magia, de sus poderes. Fue en invierno, con un vestido negro, que sepulto finalmente al hombre que, como protector, se había convertido en un obstáculo. Las lágrimas derramadas, sinceras, se perdieron entre la lluvia de aquel día opaco y lúgubre. Esa misma tarde, frente a un abogado, toda la fortuna y poder pasaba a sus manos como si hubiera sido la única hija, como si llevara la sangre de aquel hombre ya fallecido.

Los siguientes años, sus siguientes pasos, solo fueron un acierto tras otro, un paso a la vez, una sonrisa y gesto por persona, una inclinación cuando era debido y, más pronto que tarde, el Parlamento se hizo una realidad en su vida. Porque era una mujer educada, una dama que se había hecho un paso en la sociedad, pero también era una bruja, una hechicera, una adivina que no había renunciado a ninguna parte de sí misma. Si, había abandonado Sibenton hacia años atrás, pero no había abandonado la esencia que la llevo hasta ese lugar.

Al fin, era una dama en medio de la guerra.


Campo de fuerza. Es la capacidad que poseen los usuarios de crear una pantalla de aura traslucida con el suficiente poder para proteger a una persona o cosa de un ataque físico, dependiendo de la fuerza del usuario, es capaz de defenderse.
Es capaz de crear un campo de fuerza que le permite proteger, de los ataques físicos, todo lo que queda envuelto en este. El mismo muestra un aspecto traslucido, casi como una carrera solida que maneja a su voluntad, siendo esta tan grande como pueda necesitarlo, o tan chica como le parezca.
Hay un problema con esta habilidad y es que solo puede hacer un campo por vez. Es decir, de querer proteger a alguien más, ella quedara completamente desprotegida; de protegerse, se vería incapaz de proteger a otros mientras el campo este a su alrededor.


—Su color favorito es el rojo.
—Suele vestir vestidos de época, algunas veces con aires victorianos que se adaptan perfectamente a su forma de ser.
—Una mujer descarara a pesar de su aspecto refinado y actitudes de alcurnia.
—Nunca olvida su procedencia, sin importar que tanto poder o dinero pueda tener, sin embargo está decidida a nunca volver a caer en eso.
—Disfruta de asistir a los eventos donde la presencia de algún miembro del Parlamento es requerida, muchas veces catalogada como el rostro público y publicista del órgano.
—Una hechicera de gran poder y prestigio, sus habilidades fueron pulidas a lo largo de los años. Hoy en día es una de las mejores.
—En épocas de rosas suele decorar toda su casa ‒mansión‒ con estas. Le fascina su color, su olor y el encanto que le agrega a su morada.
—Aun siendo una mujer no es nada débil o frágil, aunque rechaza con facilidad la perspectiva de una pelea inminente. No es alguien que tenga entre sus posibilidades mancharse las manos o sudar por cuestiones tan violentas como una lucha. Aunque eso no evita que, en casos extremos, pueda mostrar a una criatura que no teme matar sin piedad.
—Admite haber sentido cariño y estima hacia el hombre que le brindó la oportunidad de escapar de Sibenton, sin embargo no muestra culpa alguna por haberlo matado. Admite que era un obstáculo para sus planes.
—Una estratega manipuladora por excelencia.
—Poliglota. En la actualidad habla Inglés, Portugués, Español, Alemán, Francés, Japonés, Coreano, Chino Mandarín, Danés, Eslovaco, Italiano, Irlandés y Latín. Aún sigue en planes de aprender más.
—Mantiene un doctorado en Medicina y Química Biológica.
—Suele mantener un gran interés en los avances que los centros de investigaciones realiza, pasándose por estos de tanto en tanto, cuando tiene la oportunidad.
—No recuerda, ni le interesa recordar, a sus padres o familiares cercanos.
—Es una mujer que disfruta de los gustos, los lujos y facilidades que su posición le otorga. Sin embargo no es idiota, sabe cómo moverse y hasta qué punto empujarlo. Después de todo ella sabe que también tiene una soga al cuello.
—La mayoría de su vestimenta suele oscilar entre la gama de los rojos.
—Nunca ha estado enamorada. Duda que algún día pueda suceder.
—Su nombre de Madame le fue dado por los sirvientes de la casa, algo que poco después se volvió una constante en su vida siendo reconocida de esa forma. Difícilmente reacciona a su nombre.
—La última persona que la llamo Rose o Rosemarie fue el hombre que la acogió y, casi, crió.
—Es infértil.
—Ama los dulces.
—Suele tener la costumbre de acoger o proteger a una criatura que pueda despertar su interés. Así como una vez lo hicieron con ella, lo hace con otros. Tiene un especial ojo por ver en algunas criaturas el potencial que esconde.
—Tiene un orfanato bajo su tutela. Aunque de forma anónima.


Madame Red
Kuroshitsuji
Ninguno